Es esa hora en que todo se cubre de un manto tan negro
que tu luz se convierte en un punto, y parece una estrella vista a lo lejos.
Hay un silencio vasto retumbando en tu oído. Un instante feroz: la nada reivindicándose.
Cuando por fin el sueño te envuelve, una sombra maliciosa franquea la ventana
que dejaste abierta, recorre como un torbellino la habitación y antes de irse,
te toca. Una risa ya lejana te despierta. Abres los ojos, que son los del gato,
y gritas, maldiciendo tu suerte. Desde el alféizar contemplas el que fuera tu
cuerpo acurrucado en la cama. La imagen
desgarradora de un humano desnudo arañando las sábanas y emitiendo agudos
maullidos.
sábado, 11 de noviembre de 2017
Conticinio
(Este texto participa en la propuesta de Esta noche te cuento, con el tema: Seres mágicos)
martes, 24 de octubre de 2017
El accidente
“Que todo vuelva a ser como antes” deseó la niña y sopló
con fuerza. Su gemela, que había deseado lo mismo, lloró de impotencia al
comprobar que, otro año más, las velas de su tarta de cumpleaños se apagaban
solas.
domingo, 24 de septiembre de 2017
Jeanne
(Este texto participa en la propuesta de Esta noche te cuento, con el tema: Artistas)
Lleva tiempo con esa media sonrisa y la cara le tira. Piensa en lo mucho
que odia posar, pero aun así continúa. Se recoloca un mechón rojizo detrás de
la oreja y mira con sensualidad. Entorna los ojos. Ladea la cabeza. Sacude su
fina cabellera para crear un poco de volumen. Prueba ahora con un sombrero
amplio y el dedo índice reposando en el mentón.
Es un yo cambiante. Hay un llanto oculto tras aquella sonrisa indulgente.
Una expresión oscura suavizada por colores brillantes. La certeza de lo fugaz
contenida en la inmortalidad de una imagen. Ansía tanto desprenderse de sí
misma… por eso decide saltar al vacío, a pesar de toda la vida que la habita.
Sin embargo, la eternidad acude siempre a rescatarla. Ahí está ella, la de
las múltiples miradas. La que pasea su rostro por galerías y libros. La amada
musa de Modigliani.
Imagen del concurso por Blanca Oteiza
jueves, 10 de agosto de 2017
Vivencias extremas
(Este cuento participa en la propuesta de Esta noche te cuento, sobre viajeros y viajantes)
Marta entrechocaba las palabras hasta que salían oliendo
a chicle de fresa. De vez en cuando una pompa rosa explotaba junto a un: «¿y si
robamos un banco?», «¿y si después nos vamos lejos?». Juancho asentía,
condescendiente, mientras pensaba que vaya locuras se le ocurrían.
«Si no hubiese estado tan colado por ella ahora todo
sería diferente», rememoró mientras deslizaba la mopa por los pasillos. Al
principio fueron pequeños hurtos en el pueblo. Ya en la capital se atrevieron
con una joyería. La huida los llevó a Francia y desde ahí fue un no parar: una
sucursal bancaria en Nancy, otra en Bruselas… Se sentían invencibles, demasiado
confiados. En Suiza subestimaron el tiempo de respuesta de la policía y
tuvieron que escapar a toda prisa por la azotea. Marta calculó mal el salto y a
él lo encerraron allí.
Un enfermero se acercó e introdujo dos pastillas en su
boca entreabierta.
Arrastrando torpemente la mopa, Juancho se afanaba en
continuar inventándose recuerdos: Eugenia y él sobre el rompeolas, después de
trepar entre resbalones y risas las piedras. Ella señalando hacia el puerto con
una repentina idea enardeciendo su voz: «¿Y si birlamos aquel velero y nos
echamos a navegar?».
domingo, 14 de mayo de 2017
Musa espectral
Este microrrelato ha sido seleccionado como uno de los cinco ganadores de esta convocatoria bimensual de Esta noche te cuento. Tema: "Escritores y
personajes".
Cuando
acepté la propuesta de Nicolle de escribir su truculenta historia, nunca pensé
que la muerte podía ser contagiosa. Sus apariciones se fueron tornando más
frecuentes e intempestivas a medida que avanzaba el libro, y al poco tiempo yo
también me veía como un fantasma. Noche a noche su presencia seductora me
quitaba el sueño, y la cordura. Acabé por encerrarme en aquella habitación que
albergaba su atormentado espíritu, con el afán de transcribir palabras sórdidas
que hablaban de sexo, prostitución, traiciones, y un sangriento final.
Al principio
la anciana dueña de la pensión me traía la comida y, mientras sacudía las
sábanas, me contaba lo bien que había cuidado siempre de los escritores que
habían pasado por allí. Aunque, cercano ya al desenlace de la novela, dejó de
hacerlo. Yo continué escribiendo hasta desfallecer.
Días
después la antigua Madame entró en el cuarto con un pañuelo en la nariz,
protegiéndose del olor que emanaba mi cuerpo. Apartó mi cabeza, que reposaba
sobre las últimas páginas, y recogió con mimo el manuscrito. Antes de
llevárselo cambió mi firma por la de Mort Farragan, el famoso escritor de
novela negra.
miércoles, 18 de enero de 2017
Cuento de invierno
(Este cuento participa en la propuesta de Esta noche te cuento, sobre perros y gatos)
Las
orejas largas en vaivén, el hocico brillante, los ojos juguetones, ansiosos. Lalou
cavaba frenéticamente alternando las dos patas delanteras, creando una montaña
de tierra reseca y una nube de polvo a su alrededor. Paraba de vez en cuando y,
sin dejar de jadear, observaba como el hoyo iba creciendo. Como sus
expectativas de encontrar allí a su amo.
Sin embargo, en cuanto comenzó a entrever la madera, su actitud cambió. Aulló,
giró en círculos y se acurrucó sobre el féretro. Las gárgolas de la torre solo vieron
un pequeño bulto color canela en la álgida oscuridad del cementerio. Desde lo
alto todo parece perder su relevancia. Quizás por eso el viejo Julien Baptiste aún
merodeaba entre las tumbas.
Un
olor conocido, a tabaco y libro rancio, envolvió al perro en su ensoñación. No le
faltaron las caricias, las palmadas en el lomo ni un cálido regazo donde
olvidarse del frío que se le iría metiendo en el cuerpo durante la noche.
Y
como no todos los sueños buenos se disipan
al llegar la mañana, Lalou nunca despertó.
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