Se alejaba
despacio con su macuto al hombro y el sombrero de paja hundido en las sienes
que apenas ocultaba la piel ajada de su cara. Entre siembra y siembra se
había pasado la vida en los campos, con la sola compañía de parcos labriegos y
algún que otro perro que no cesaba de ladrarle. Y también estaban los pájaros,
claro. Esos desgraciados que nunca se habían atrevido a acercarse y que ahora
lo despedían revoloteando sobre su cabeza con un sonoro jolgorio.
¡Qué lindo, SARA! ¡Me encanta! Imagino que le habrán pagado bien al señor espantapájaros...
ResponderEliminarCariños,
Mariángeles
Espero que sí. O quizás se tuvo que conformar sólo con un "gracias por los servicios prestados", o ni eso. Lo bueno es que, al parecer, es ahora cuando comienza su aventura... nunca es tarde :-)
EliminarUn abrazo.
Está muy bien, Sara.
ResponderEliminarBesos
Gracias, Javier.
EliminarUn saludo.
Muy tierno. Un placer volver a disfrutar tus letras.
ResponderEliminarOh, gracias, Miguel Ángel.
EliminarUn abrazo.
Tan pocas palabras y tanta emotividad que desprenden.
ResponderEliminarMe ha encantado :)
un placer encontrarte
ResponderEliminartodo un arte el de tus letras y los dibujos
me quedo admirándote